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Violencia, maltrato, exclusión. ¿Dónde estamos?
Dra. Irma Gentile-Ramos *

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El comportamiento violento es inherente a la condición humana.

Los niños y los adolescentes, como otras minorías irredentas, han sido víctimas de ello, sin la posibilidad personal de salvarse por sí mismos, tener conciencia de su situación e igualar su poder con el de la sociedad adulta.

El problema es viejo como el mundo. En Esparta tiraban a los niños malformados de la Roca de Tarpeya, Lot consoló su viudez cometiendo incesto con sus hijas y cada 28 de diciembre la cristiandad conmemora el día en que todos los niños menores de dos años, en Belén, fueron degollados por orden del rey Herodes. Antes y después, por razones políticas, religiosas o porque sí, han sido innumerables los niños que han sido torturados, abusados y explotados.

No podemos historiar el problema como algo que le ocurre a los otros. Un análisis de las publicaciones médicas puede dar pistas sobre el deliberado o inconsciente propósito de mirar hacia otro lado. Lawrence Wissow (1) (1990), cuya originalidad destaco, habló de esto en el prólogo de su interesante tratado. Allí consideró que hay pocos temas como el maltrato de los niños y la violencia familiar como para crear diferencias entre los médicos. Dicho autor ha experimentado la soledad y el aislamiento que provocan los términos “abuso” y “abandono” y aventura que cuando los pronunciamos estamos, tal vez, obligando a que los otros enfrenten también lo peor de sí mismos.

No es necesario buscar demasiado. Los niños fueron considerados personas recién en el siglo XVII por J.J. Rousseau.

Las leyes protectoras de animales son anteriores a los códigos del Niño.

Las primeras publicaciones sobre maltrato infantil corresponden a Ambroise Tardieu (2) que basándose en autopsias describió en 1868 la situación de 32 niños golpeados o quemados hasta producir su muerte. Athol Johnson (3), en el mismo año, llamó la atención sobre la frecuencia de fracturas múltiples en los niños, tema retomado por John Caffey (4) en 1946 y por pocos más.

Pasaría más tiempo hasta que el tema ganara estado público con los trabajos del grupo de Boston liderado por H. Kempe (5), Ruth y Henry Kempe (6) difundieron el término de “niño golpeado”, dando a conocer los casos de 302 niños, ocurridos en Norteamérica, de los que 11% murieron y 28% quedaron con lesiones permanentes.

Como el grupo de Boston se ha mantenido muy activo desde entonces, llama la atención que, muerto Kempe en 1985, y analizando sus logros se pregunte, como lo hace Helfer (7) “¿en qué estamos, Henry?”.

Luego de un minucioso balance, sienten que han avanzado poco, si bien la Academia Americana de Pediatría reconoce el “maltrato” como especialidad.

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