Sobre las penitencias, los premios y la crianza

Los niños no necesitan castigos ni penitencias para aprender, pero tampoco premios. Los niños desean hacer felices a sus padres y lo intentan con todo su entusiasmo (aunque no siempre saben cómo).

El que sabe que ha hecho mal, intentará no volver a hacerlo y no necesitará ningún castigo. Al que no lo sabe, basta con decírselo. Lo que más te pueden enseñar los castigos y/o penitencias es a hacer ciertas cosas con disimulo para que no te pillen. Es perfectamente posible educar a un niño sin castigos y/o penitencias y sin su amenaza.

Alcanza con que simplemente sientan que nuestro amor es incondicional, hagan lo que hagan. Que vean que no los vamos a querer más porque se portan bien, o a querer menos porque se portan mal. Debemos explicarles siempre los por qué sí y los por qué no; y hacerlo de forma regulada y madura. Sin gritos ni castigos.

Y no hay que confundir premio con chantaje, porque eso puede resultar difícil. En realidad, no hay mejor premio para un niño que la aprobación de sus padres, ni peor castigo que su desaprobación.

¿Qué hacer frente a las rabietas o berrinches?

La mejor forma de manejar las rabietas es:

  • Entender que el niño no nos está tomando el pelo. Que las pataletas son la expresión de su ambivalencia de sentimientos, él está aprendiendo qué es la frustración, el miedo, el enojo, y un largo etcétera, y si actuamos calmos, lo ayudaremos a autorregularse.
  • Dejando que pueda hacer aquello que quiere, salvo que sea peligroso o nocivo. ¿Qué problema hay con que lleve una ropa diferente a la que le pusimos? Si el entorno del niño es seguro, es difícil que pueda tocar o pedir algo nocivo.
  • Evitando tentaciones. Intentemos evitar esos momentos. No lo lleve de compras a una juguetería, o al supermercado, y si lo lleva, intente pactar: “Cariño, vamos al súper, mamá no puede comprarte todos los días golosinas porque son malas para tu barriga”. Si nosotros nos rendimos ante las tentaciones, ¿por qué pensamos que un niño sí puede contenerse?
  • No juzgar a nuestros hijos: podemos expresar nuestra disconformidad, pero no atacar su personalidad.
  • Las rabietas se van con la edad: llega un momento en el cual el niño adquiere un lenguaje que le permite explicarse mejor que con el llanto y las pataletas.

Dra. Ornella Viazzi